Publicado el 23/04/2021
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Si buscan deleitarse con una buena lectura, sin dudas recomendamos que conozcan a la China Iron. La tapa del libro es la pintura de óleo sobre tela "Bañistas" de Florencia Bohtlingk, tan hermosa como todo el relato de Gabriela Cabezón Cámara. La escritora toma el clásico Martín Fierro, pero en su novela cuenta la historia de su "China", de la que poco se habla en la obra de José Hernández. En este artículo te contamos por qué es una lectura feminista.
Muchxs hemos leído en la escuela secundaria al Martín Fierro, la obra de José Hernández, un poema narrativo escrito en verso. Libro emblemático de la gauchesca argentina, que fue publicado en 1872 en los inicios del Estado nacional argentino, cuando gobernaba Domingo Faustino Sarmiento, quien creía que el problema del país radicaba en el dilema de la civilización (representada por la raza blanca y la ciudad) y la barbarie (representada por “los indios” y los gauchos, considerados salvajes e inferiores).
El Martín Fierro muestra la política de Sarmiento de reclutar forzosamente a los gauchos para ir a “defender las fronteras contra los indios”. Pocos años después de la publicación del libro, se llevaría a cabo la Campaña del Desierto, un verdadero genocidio contra los pueblos originarios que habitaban las tierras de la actual Patagonia.
Recordemos un poco esta obra. Se trata de un gaucho de las pampas bonaerenses, que vive con su china, la mujer que se ganó en un partido de truco en la pulpería, y sus dos hijos. Martín Fierro es reclutado para servir en el fortín y durante años vive en las peores condiciones, hasta que decide desertar. En la vuelta del Martín Fierro publicado en 1879, el protagonista vuelve a su rancho pero su mujer ya no está, frecuenta pulperías y comete un asesinato. Se convierte entonces en un gaucho matrero buscado por la policía, luego se une a él el Sargento Cruz, ambos huyen al desierto a vivir con “los indios”.
La construcción del macho argentino es muy visible en la obra de José Hernández, esto inspiró a Gabriela Cabezón Cámara para darle un giro a la historia en su libro Las aventuras de la China Iron, contando la historia de “la mujer” de Fierro. La autora toma los vacíos que dejó Hernandez en su obra, es decir lo que no se cuenta. La China casi no aparece, solo la nombra como su rol reproductivo de madre:
¡Y la pobre de mi mujer, Dios sabe cuánto sufrió! Me dicen que se voló con no sé qué gavilán, sin duda a buscar el pan que no podía darle yo
Verso 176
No es raro que a uno le falte lo que a algún otro le sobre; si no le quedó ni un cobre sino de hijos un enjambre, ¿qué más iba a hacer la pobre para no morirse de hambre?
Verso 177
Las Aventuras de la China Iron transcurren cuando Fierro ya no está porque se lo llevó la leva. Ella no se queda en su rancho, no se va con un gavilán como dice el verso, se escapa junto a su perro Estreya y con Liz, una inglesa que busca a su marido, un gringo que también fue reclutado. Juntas emprenden un viaje por la llanura pampeana.
Yo recuerdo su mirada de ese día: vi la luz en sus ojos, me abrió la puerta al mundo.
En el trascurso del viaje, la China aprende mucho de Liz: palabras nuevas, la textura de la seda, el sabor del té, entre tantas cosas…
Ella se puso un sombrero y me puso uno a mí y fue entonces que conocí la vida al aire libre sin ampollas.
La China se libera y empieza a vivir, a encontrar su identidad, a desear y ser deseada, a experimentar nuevos sentimientos y sobre todo a ser libre. Los detalles del relato entero nos despierta todos los sentidos, nos mete en el viaje de las dos mujeres entre la polvareda del desierto, podemos ver los paisajes, sentir los olores mismos que siente la China y los nuevos sabores que prueba. Como dice la contratapa del libro:
También allí Gabriela Cabezón Cámara reanima su pertinaz aventura literaria: la de fundar un mundo libre, en el que las criaturas se abracen por deseo y gocen el mismo amor de los ríos, pájaros y árboles. Y no se sientan solas jamás.
Del desierto pasan al fortín, donde se busca disciplinar a los gauchos rebeldes de las pampas. Llegan a la estancia de Hernández, donde transcurre el nudo de la historia, personificando al autor del Martín Fierro en este maravilloso encuentro entre la mirada del pasado y la versión de la autora. Es muy interesante también cómo Gabriela Cabezón Cámara le da una oportunidad a Fierro de reivindicarse y pedir perdón, muy deconstruido como macho, diferente al construido por Hernández a fines del siglo XIX.
En este sentido recomiendo también el cuento “El amor” de Martín Kohan, que también le da otra versión al Martín Fierro, poniendo atención en la relación de Fierro con el sargento Cruz.
En mi recuerdo como estudiante en la escuela secundaria, el relato de José Hernández si bien me parecía interesante, me resultaba denso de leer. En aquel momento en las clases de literatura, analizamos solamente el contexto histórico y la importancia de esta obra emblemática y representativa de la historia argentina. Gracias a estas nuevas versiones podemos reflexionar acerca de la construcción del macho personificada en el gaucho matrero creado por Hernández. Lejos de ser densas de leer, son relatos atrapantes y muy disfrutables.