Publicado el 16/09/2021

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A 45 años de La noche de los Lápices, uno de los actos de represión más conocidos de la última dictadura cívico militar, que secuestró, torturó y asesinó a estudiantes de secundaria en la ciudad de La Plata. Seguimos reafirmando la Memoria, la Verdad y la Justicia. También los derechos de lxs estudiantes a organizarse y luchar por un sistema educativo más justo, que no profundice desigualdades, que nos haga más libres e iguales en la diversidad.

La primavera de la juventud en la militancia política

Septiembre de 1975, lxs estudiantes que militan en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), reunidos en asamblea, deciden reclamar ante el Ministerio de Obras Públicas, el otorgamiento del boleto estudiantil. Sabiendo que se podían enfrentar a la represión policial, decidieron seguir adelante. Y así fue. Pocos días después, el boleto fue concedido.

La amistad y el compañerismo eran el refugio, el encuentro, el diálogo y el debate. Para estxs jóvenes la política era un verdadero compromiso para luchar por sus ideales. En fervorosas asambleas y en las calles, repartiendo volantes o marchando con sus banderas. Denunciaban al gobierno de Isabel y López Rega por encarcelar a compañerxs y por someter al país al imperialismo.

El tiempo que les tocó vivir fue de lucha, y también oscuridad. En aquellos años 70, era cuando la derecha les decía “subversivos” a aquellxs seguidores de los ideales de Evita o del Che Guevara. El 24 de marzo de 1976 estalló el golpe cívico militar. Autodenominado “Proceso de Reorganización” del país, para combatir la “subversión”. Mucha gente lo apoyaba, quizás por desconocimiento de lo que se venía. En las escuelas se prohibió la militancia y la difusión de ideas de izquierda. Al poco tiempo se hablaba de la desaparición de personas. Militantes, docentes, jóvenes, entre otros.

Hacia agosto del 76, el boleto estudiantil que se había logrado hace menos de un año fue cancelado. El miedo crecía, madres y padres les rogaban a sus hijxs que se cuiden, que por un tiempo no hablen de política, que por un tiempo falten al colegio, que traten de no juntarse siempre en las mismas casas, que se fijen que nadie los esté siguiendo. El miedo estaba, pero no les ganaba. Agachar la cabeza no era una opción para aquellxs jóvenes.

María Claudia Falcone

María Claudia Falcone fue una de esas estudiantes. Iba al Bachillerato de Bellas Artes, colegio de la Universidad Nacional de La Plata. A sus 16 años participaba activamente en la UES y fue parte de la lucha por el boleto. Vivía a muy pocas cuadras del colegio, pero luchaba en solidaridad por sus compañerxs y para futuras generaciones de estudiantes. También daba clases de alfabetización en barrios populares de La Plata.

Además de la lectura y el amor por Sui Generis, a Claudia le encantaba dibujar, junto a su hermano Jorge hacían historietas con mensajes revolucionarios. Era una familia en la que siempre se les enseñó a luchar por una sociedad mejor. Su madre, Nelva Alicia Méndez, era maestra en escuelas de bajos recursos. Muy querida en el barrio porque era la hija del autor del himno de Gimnasia Esgrima de La Plata. Jorge Falcone era el padre de Claudia, había sido el primer Subsecretario de Salud Pública entre 1947 y 1950, fue intendente de La Plata y senador provincial durante el segundo gobierno de Perón. Tras la Revolución Libertadora fue encarcelado. Solía discutir con su hija por sus impulsos, aconsejándola para que sea más prudente. Pero Claudia creía que la Revolución era inminente.

María Clara Ciocchini

María Clara Ciocchini era una joven de Bahía Blanca. Le gustaba mucho tocar la guitarra. Por su fe cristiana, participaba en la Orden Pequeña Obra junto a un grupo de monjas. En la Iglesia organizaban actividades de apoyo escolar para los barrios populares. Comenzó a militar en la UES por sus ideales como cristiana y peronista. Lo que más le importaba era ayudar a la gente. Junto a sus compañerxs, escribían en las paredes “Perón o Muerte. Viva la Patria” y “Libres o muertos, jamás esclavos”. En noviembre de 1975, después de que una patota armada la fuera a buscar por la noche, su familia decidió mudarse a La Plata. Allí conoció a Claudia Falcone, Claudio de Acha, Francisco López Muntaner, Daniel Racero, Horacio Ungaro y Pablo Díaz.

La oscura y larga noche de los lápices

Lxs amigxs se reunían seguido en la casa de la tía de Claudia. A seis meses del golpe militar, las cosas se ponían cada vez más difíciles. Hablaban de docentes desaparecidos. Jorge le pedía a su hermana que dejen de juntarse tanto en lo de la tía. Que tengan mucho cuidado de la cana. Para el 8 de septiembre ya se habían llevado a Gustavo Calotti. En esos días los fueron siguiendo. La noche oscura del 16 de septiembre había llegado. Unos hombres armados con la cabeza cubierta, entraron violentamente a las casas donde se encontraban lxs jóvenes.

Pablo Díaz se entera que se llevaron a todxs sus amigxs. El miedo y la desesperación hacen que empiece a trasladarse por miedo a que en cualquier momento lo secuestren. Hasta que el 21 de septiembre sucede. Lo llevan con los ojos vendados, le preguntan qué libros lee, qué hace en su tiempo libre. Él no dice nada. Lo llevan a “la máquina de decir la verdad” y empiezan a torturarlo con la picana eléctrica. Está junto a otrxs presxs, donde se entera que al resto de sus amigxs se lxs llevaron en “La noche de los Lápices”, así le decían los milicos. Fue un operativo encabezado por Ramón Camps. Durante los primeros días de septiembre se hizo una tarea de inteligencia. Seguían a aquellxs jóvenes que militaban en la UES y habían conseguido el boleto estudiantil, porque eran un potencial semillero subversivo.

A Pablo se lo llevan al pozo de Banfield. Lo meten en una celda, con una cuerda atada en el cuello y las manos para que se ahorque solo. Empieza a escuchar voces. Era Claudia, Clara, Horacio, Daniel, todxs estaban allí. La emoción y la angustia los desbordaba.

Entraba un milico a la celda de Clara, la manoseaba mientras ella gritaba ¡Basta! Todxs le gritaban al milico para que la suelte, pero la terminó violando. Para las mujeres, las torturas implicaban abusos sexuales. En los días encerrados, Claudia le cuenta a Pablo que antes de llegar al pozo de Banfield, los milicos la habían violado. Para los hombres del terrorismo de Estado, la mujer que no estaba en su casa y militaba en algún movimiento político, era una “puta”. Esas mujeres eran doblemente transgresoras y las consideraban altamente peligrosas. Ellas transgredían los valores sociales tradicionalmente constituidos en el ámbito de lo privado y de lo doméstico. Además, avanzaban sobre el espacio público y político reservado exclusivamente para los hombres. Eran unas “putas subversivas”.

En el pozo también había una mujer embarazada. Claudia la acompañaba todo el tiempo. Un día los dolores se intensificaron y las contracciones aumentaron. Claudia no sabía cómo ayudarla, le decía que pronto iba a estar con su bebe afuera. Hasta que entraron los milicos y se la llevaron. Nunca más la vieron.

Sobrevivir y poder contar

Pablo Díaz finalmente fue liberado del pozo de Banfield. Se despidió de sus amigxs aquel 24 de diciembre de 1976, con toda la esperanza de que pronto volvería a verlxs. Estuvo detenido “a disposición del Poder Ejecutivo Nacional”, durante casi cuatro años sin proceso judicial. Salió en libertad en 1980. Gracias a su testimonio en 1985 en el Juicio a las Juntas, pudo dar a conocer todo lo que sucedió en La noche de los Lápices. Sus amigxs jamás aparecieron.

Ana Longoni sostiene que la biografía de un sobreviviente es la de un antes y un después de la desaparición. Su identidad debe ser reconstruida al ser anteriormente arrasada por el centro clandestino de detención. Esa persona ya no mira el mundo de la misma manera. Pero también, a los sobrevivientes se les puso un estigma marcado por la sospecha de que “por algo será que habrán sido liberados”. Afortunadamente esa mirada ya no existe, a lo largo de los años se comprendió que sólo a través de su memoria es posible saber la verdad.

Emilce Moler

Emilce Moler también es sobreviviente. Ella se presenta públicamente como una “ex detenida-desaparecida”. Es autora del libro “La larga noche de los Lápices”, donde narra el antes y el después. La secuestraron en la madrugada del 17 de septiembre de 1976 en su casa, por el mismo operativo que secuestró a sus compañerxs. Estuvo detenida junto a ellxs en el Pozo de Arana hasta que fue trasladada a la Brigada de Investigaciones de Quilmes, mientras los demás fueron trasladados al Pozo de Banfield.

Libro “La larga noche de los Lápices”

Pudo dar su testimonio en los Juicios por la Verdad en 1999, en la causa Etchecolatz del 2006 y en la causa Circuito Camps en el 2011. Ella sostiene que no secuestraron a miles de estudiantes que participaron de la marcha por el boleto, sino a un grupo que tenía vinculaciones con agrupaciones políticas, y proyectos políticos propios, a pesar de ser menores de edad.

Emilce es activista por los Derechos Humanos, participa de manera constante de actividades políticas y culturales tendientes a mantener viva la memoria sobre ese periodo, especialmente dirigidas a los jóvenes. El pasado 8 de septiembre participó en el conversatorio “El derecho a la participación en las adolescencias: vivencias intergeneracionales”. En el comienzo de su participación dijo que se cumplen 45 años de La noche de los lápices, es más del doble de lo que han vivido (refiriéndose a lxs jóvenes participantes). Pero para un proceso social, económico y político de un país, es muy poco. Por eso prefiere pensarlo del presente para atrás, para que no quede como una historia, sino como algo vivo, con trascendencia política. En Argentina pudimos sanar mucho más que en otros países de América Latina que pasaron por lo mismo en los años 70.

Una joven llamada Luisana, de la Unión de Centros de Estudiantes de Malvinas Argentinas, le pregunta cómo ve a los movimientos estudiantiles de hoy en día. Emilce destaca el apego que los jóvenes tienen a la democracia y un gran rechazo a la dictadura, a los genocidios y a las torturas. Se ha podido construir generaciones con ese legado. La agenda de lucha es muy distinta a los 70, porque la historia es otra, pero los valores son los mismos. Los valores de ayuda a lxs otrxs, de ser sensible con el que menos tiene. Pero hay una nueva agenda que tienen las nuevas generaciones y es el feminismo. Les compartimos las siguientes palabras de Emilce, dichas en el conversatorio.

Nosotros como militantes no teníamos como bandera el feminismo. Si uno se pone a pensar, por supuesto era feminista, buscando la igualdad en la militancia. Los compañeros militaban a la par de las compañeras. Pero no lo explicitábamos. Hoy en día el movimiento feminista es tan importante… porque no va contra nadie, es a favor de todxs. Las marchas son en la puerta del congreso, esperando leyes (en referencia a la ley del aborto). Una vez fue para mal, y lloraron y se fueron para sus casas, y volvieron para adelante. Ese aprendizaje de construcción de ciudadanía para ampliar derechos en un ámbito democrático, es fundamental. A partir de ahora, todas las políticas están signadas por la cuestión de género, en beneficio de todxs. Es una agenda nueva que impusieron lxs jóvenes, sin desmerecer a las grandes pioneras, que estaban muy solas.

La dictadura estigmatizó el compromiso de lxs adolescentes en la política e impuso el miedo al perseguir jóvenes, incluso menores de edad. Durante mucho tiempo, las secuelas del terrorismo de Estado hizo que haya poco interés en involucrarse y eso se notó en los años 90, pero afortunadamente hoy eso cambió.

En nuestro país, en todas las provincias, en muchas escuelas secundarias, hay centros de estudiantes que se organizan sin la intromisión de adultxs. Sirven para formar a los estudiantes en las prácticas democráticas, republicanas y federales. Defender los derechos humanos, los derechos de los estudiantes, cómo hacer cumplir el acceso a la Educación Sexual Integral. Sirven para afianzar el derecho a la libre expresión. Reconocer a la educación pública como un derecho y contribuir a mejorar su calidad. Promover la participación de lxs estudiantes en los problemas educativos, gestionar ante las autoridades los pedidos y necesidades que beneficien a la comunidad.

Militar es transformar. Transformar la sociedad a través de una acción colectiva. Hoy reivindicamos la Memoria, la Verdad y la Justicia. Recordamos a Claudia, a Clara, y todxs lxs jóvenes desaparecidxs en la dictadura, para decir Nunca Más, repudiar todas las acciones represivas de las fuerzas del Estado y seguir luchando por una sociedad más justa.


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