Publicado el 17/09/2020

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Una lucha con papel y lápiz. Palabras que transcienden océanos y continentes para hacerse eco en un mundo androcéntrico y una mujer que no teme denunciar problemas de género, raza o a la historia misma. Feliz vuelta al sol, Chimamanda.

Figura 1

Chimmamanda Ngozi Adichie (15 de septiembre de 1977) nació en la aldea de Abba, en Nigeria. Creció en la ciudad de Nsukka, en el campus de la Universidad de Nigeria y pasó su infancia en la casa que había pertenecido al célebre escritor africano Chinua Achebe. Sus padres, miembros de la etnia Igbo, trabajaron para la Universidad de Nigeria. Él, era profesor de estadística y ella, secretaria de admisiones, siendo la primera mujer en ocupar el cargo desde la apertura de la Universidad, en 1960. Chimamanda fue la quinta de los seis hijos del matrimonio. Solía jugar en el jardín de su casa, donde, de tanto en tanto, encontraba balas oxidadas. Recuerdos de la Guerra Civil de Nigeria, que ninguno de sus padres quería rememorar.

A los 19 años, Chimamanda se mudó a los Estados Unidos al recibir una beca para estudiar Comunicación y Ciencias Políticas en la Universidad de Drexel, en Filadelfia. Continuó sus estudios en la Universidad Estatal de Connecticut, donde se graduó en 2001. Se formó en Escritura Creativa en la Universidad John Hopkins, en Baltimore y obtuvo un Máster en Estudios Africanos, de la Universidad de Yale.

En 2003 escribió su primera novela, La flor púrpura (Random House) que recibió el premio Commonwealth Writers’ al Mejor Primer Libro, en 2005. En 2006, publica Medio sol amarillo (Random House), que recibe el premio Orange, por ficción. En 2009, escribe una serie de relatos breves, titulados Algo alrededor de tu cuello (Random House). En 2013, la novela Americanah (Random House) recibe el premio del Circulo de Críticos Nacional del Libro y en 2015 escribe su primer ensayo Todos deberíamos ser feministas, que es la adaptación a una charla TEDxEuston del 2012. Finalmente, en 2016 escribe Querida Ijeawele: Cómo educar en el feminismo (Random House), un libro muy corto, encargado personalmente por una amiga que iba a transitar la maternidad y buscaba educar a su hija en el feminismo (lectura más que recomendada).

Como menciona en su charla TED, y posterior ensayo, el feminismo comienza a inundar la mente de Chimamanda a los 14 años, cuando un amigo de su infancia le pregunta “¿Sabes que eres feminista?”, pero, lejos de ser un cumplido, Chimamanda lo siente como un “Tú apoyas el terrorismo”. Ella cuenta que se quedó callada, porque no sabía lo que significaba esa palabra, pero, sin saberlo el feminismo ya era parte de su vida. En esa charla, Chimamanda expresa:

Hay gente que pregunta, ¿Por qué usar la palabra “feminista”? ¿Por qué no decir simplemente que crees en los derechos humanos o algo parecido? Pues porque no sería honesto. Está claro que el feminismo forma parte de los derechos humanos en general, pero elegir usar la expresión genérica “derechos humanos” supone negar el problema específico y particular del género. Es una forma de fingir que no han sido las mujeres quienes se han visto excluidas durante siglos. (…). Durante siglos, el mundo dividía a los seres humanos en dos grupos y a continuación procedía a excluir y oprimir a uno de esos grupos. Es justo que la solución al problema reconozca eso.

Figura 2

Siempre fue y es una mujer que se cuestiona los estereotipos hegemónicos de la sociedad patriarcal en la que vivimos, principalmente en la que ella se vio sumergida. Chimamanda siempre estuvo interesada en la historia de su etnia, en sus ancestros y en su cultura. Pero estos intereses no eran compatibles con lo que la tribu esperaba de las mujeres, ya que los privilegios, las decisiones y las reuniones son enteramente realizadas por y para los hombres de la comunidad. Chimamanda no podía emitir opinión alguna, ni tomar una decisión en pos de la tribu, por su condición de ser mujer. Estas diferencias de género ya no nos impresionan ¿No? Nos hemos acostumbrado a escuchar la misma historia, una y otra vez, sin importar la escala geográfica o la dimensión temporal, la historia se refleja y se repite. Por nuestra condición de ser mujer. Pero la historia de Chimamanda sorprende y envalentona. Una mujer, de origen africano, que rompe con miles de estructuras para hacerse escuchar en un mundo enteramente patriarcal. Ciertos autores sostienen que ella fue una privilegiada, que sus novelas se hicieron conocidas gracias a que pudo emigrar a los Estados Unidos y comenzar allí su carrera. Sin embargo, al llegar al país occidental Chimamanda se golpeó con otro muro. El racial. Las cuestiones religiosas o étnicas ya no tenían importancia, sino el color que cubría su cuerpo. Durante una conferencia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, en 2017, la autora manifestó:

Si volviera a nacer otra vez, querría tener este mismo color de piel. El problema es la gente que cree que este color quiere decir que no eres nada inteligente, que eres incapaz, ese es el problema.

En Querida Ijeawele, sin embargo, Chimamanda reflexiona

Estoy enfadada con el racismo. Estoy enfadada con el sexismo. Pero últimamente me he dado cuenta de que me enfada más el sexismo que el racismo. Porque en mi enfado con el sexismo a menudo me siento sola. Porque quiero a mucha gente y convivo con mucha > gente dispuesta a reconocer la injusticia racial pero no la de género.

Su voz nunca se alejó de su pueblo y de su origen. Un recorrido por sus novelas nos lleva a historias cotidianas de mujeres africanas, a entender su cultura y sus problemas. Mujeres que, en palabras de Charles Fonghingong y Gloria Ada Fwangyil, son personas de “segunda clase”, para ser vistas, pero no escuchadas, cuyas vidas giran alrededor de la maternidad y la procreación, inmersas en un “mundo de hombres”, sin poder protestar, aceptando su estatus de esclavas. ¿Suena esto familiar? Ketu Katrack, en 1987, manifestaba que una niña pasa de la infancia a la adolescencia y de allí a la maternidad, controlada por su padre, su esposo y, luego, sus hijos. Ciclo que asegura la continuidad de la subyugación de la mujer en una sociedad patriarcal. Y Chimamanda se aseguró de reflejar estas historias en sus textos.

Figura 3

La flor purpura resulta un relato visceral de la violencia de género. Una historia que se extiende de África a todos los rincones del globo. Un marido enérgico en ejercer la fuerza sobre su esposa e hijos. Una fuerza que sobrepasa los límites morales y éticos de la sociedad, recurriendo, además, a la subyugación del cuerpo de la mujer en la forma de pedofilia. Esta novela refleja la mujer dócil, Beatrice, sumisa que permite que su esposo tenga plena libertad de acción por miedo a las represalias, y, por el otro lado, muestra a una mujer fuerte, Ifeoma, que no tiene miedo a decir que no en una sociedad totalmente androcéntrica. Inestabilidad mental, abortos, peleas con base religiosa, muertes y las precarias condiciones de las cárceles nigerianas son algunos de los condimentos que hacen a esta, una magistral primera novela.

En Medio sol amarillo, Chimamanda se aleja de la mujer dócil y sumisa, para reflejar dos mujeres fuertes e independientes, con actitudes y características totalmente opuestas, Olanna, “ilogicamente hermosa” y Kainene, fría, calculadora y sarcástica. Las historias de amor de ambas mujeres se entrelazan con la Guerra Civil Nigeriana. Hambre, muerte y desesperación son algunos de los condimentos especiales de esta novela, donde Chimamanda denuncia aquello que acompaña su primer charla TED (2009) titulada “Los peligros de la historia única” sobre cómo el colonialismo y post-colonialismo han invadido nuestra noción de la historia para contar una sola mirada hegemónica:

Durante el período colonial, naciones europeas como Bélgica, Francia, España y Gran Bretaña extendieron sus brazos, apoderándose de los estados más débiles, principalmente en los continentes africano y sudamericano. Un patrón es rápidamente perceptible en sus motivaciones: recursos naturales, humanos y militares explotables, poder y prestigio, y, finalmente, la difusión del cristianismo. Por supuesto que hubiera sido considerado inhumano incluso en el siglo XVIII invadir países por estos motivos, por lo que se añadió uno nuevo: la influencia civilizadora. La colonización permitió el desarrollo del estilo de infraestructura e instituciones occidentales. Por supuesto, la cuestión de si esta influencia fue o no necesaria, sigue siendo pertinente. Sin embargo, la influencia estaba indudablemente presente, particularmente a través de la educación.

Figura 4

En Americanah, la escritora relata la vida de Ifemelu, una muchacha nigeriana que emigra a los Estados Unidos a raíz de una huelga en su universidad. Allí, Ifemelu se topa con una pared muy conocida por Chimamanda: la racial. Antes, el color de piel no importaba, ahora cobra un nuevo significado. A esta lucha se le agrega una ideológica y económica. Lo que a ella le habían vendido como el “sueño americano” ahora mostraba su verdadero rostro y Chimamanda nos regala un retrato duro y voraz de la sociedad norteamericana. Ifemelu descarga todo su ser en su blog:

Así pues, hay que aspirar a lo blanco. No todo el mundo lo hace, claro (por favor, comentaristas, no digáis lo obvio), pero muchas minorías sienten un conflictivo anhelo por la blancura del anglosajón protestante o, más exactamente, por los privilegios atribuidos a la blancura del anglosajón protestante.

Entre derrotas y conquistas, nos relata la inmigración desde varios puntos de vista, para terminar con una crítica mordaz de la Nigeria actual, consumida por los ideales occidentales y sumida en una interminable corrupción política.

En 2015, Chimamanda nos regala Olikoye, un relato corto donde refleja la violencia obstétrica:

Durante mi último chequeo, cuando me queje por el dolor de espalda que me ocasionaba el embarazo, su réplica fue: (haciendo alusión a la enfermera) ¿pensaste en el dolor de espalda cuando lo estabas disfrutando?

Pero no queda ahí, la enfermera luego dice “Debes estar feliz que tu primer hijo es un varón”. Y esta es la belleza de Chimamanda, en un relato muy corto, refleja todo un espectro de violencia de género que se ha normalizado en el mundo actual. No necesita extenderse o elaborar frases complicadas para reflejar lo que miles de mujeres sufren cotidianamente.

Figura 5

Finalmente, en 2016, Chimamanda escribe 15 sugerencias sobre cómo educar en el feminismo, en Querida Ijeawele. Enseñanzas que eluden la edad del lector y nos adentra, de una forma sencilla, en el intrincado mundo del feminismo. A continuación, les compartimos algunas frases:

  • “Tu premisa feminista debería ser: Yo importo. Importo igual. No “en caso de”. No “siempre y cuando”. Importo equitativamente. Punto”.
  • “Si no les ponemos a nuestros hijos la camisa de fuerza de los roles de género les dejamos espacio para que alcancen su máximo potencial. (…). No la valores con lo que debería ser una niña. Valórala pensando en la mejor versión de sí misma”.
  • “Cuidado con el peligro de lo que yo llamo Feminismo Light. (…). Ser feminista es como estar embarazada. Lo estás o no lo estás. O crees en la plena igualdad entre hombres y mujeres, o no. El Feminismo Light emplea analogías como “Él es la cabeza y tú el cuello”. O “Él conduce, pero tú viajas en el asiento delantero”. Aun más preocupante, dentro del Feminismo Light, es la idea de que los hombres son superiores por naturaleza, pero deben “tratar bien” a las mujeres. No. No. No. El bienestar de una mujer debe basarse en algo más que la benevolencia masculina”.
  • “Enséñale a rechazar la obligación de gustar. Su trabajo no es ser deseable, su trabajo es realizarse plenamente en un ser que sea sincero y consciente de la humanidad del resto de la gente”.
  • “Enséñale que no haga universales sus principios y experiencias. Enséñale que sus principios son solo para ella, no para los demás. Existe solo una humildad necesaria: comprender que la diferencia es normal”.

Chimamanda cautiva y enseña con cada palabra que escribe. No solo es una novelista increíble, sino que con sus historias crea una tendencia generacional novedosa. Su voz en el feminismo no intenta elucubrar frases intrincadas, sino que lo hace desde una perspectiva sencilla y humilde. Su cuestionamiento a la historia, al racismo y a la desigualdad de género rompe barreras para hacerse eco en un mundo dominado por la perspectiva hegemónica patriarcal y nos invita a unirnos en su lucha. Algún día tu sueño se hará realidad, Chimamanda, y todos seremos feministas ¡Feliz cumpleaños!

Fuentes Bibliográficas


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