Publicado el 09/01/2022
9 minutos
Activista, ciudadana del mundo, Premio Nobel de la Paz, defensora de la justicia social y los Derechos Humanos de los pueblos indígenas del mundo. Su activismo permitió que el mundo conociese la lucha del pueblo guatemalteco, como también el flagelo que han atravesado las repúblicas bananeras de Centroamérica. En este aniversario de su natalicio, les invitamos a conocer la historia de Rigoberta Menchú.
Antes de comenzar a desarrollar el rol fundamental de Rigoberta Menchú en Guatemala, es necesario conocer un poco de la historia de Guatemala y a qué se estaba enfrentando el pueblo, cuáles fueron sus victorias y sus resistencias en estos años.
Como en el resto de Centroamérica, la política de Guatemala giraba en torno a los intereses de la empresa frutera estadounidense United Fruit Company (UFCO), la cual era su mayor exportadora y, a su vez, la infraestructura del país como la construcción de puertos y ferrocarriles estaba destinada al beneficio de la misma. Al mismo tiempo, la mitad de la población guatemalteca eran indígenas sin derecho a voto por ser analfabetos, que se dedicaban a la agricultura y a la producción de café, pero la mayoría no accedía a tierras propias.
Esta situación atraviesa un quiebre en 1944, cuando civiles organizadxs aliadxs con algunos miembros de las Fuerzas Armadas llevaron adelante una revolución que derrocó al entonces presidente de facto Federico Ponce Vaides, y dio inicio a la Edad de Oro de Guatemala. Hoy en día el 20 de octubre es considerado fiesta nacional como Día de la Revolución de 1944.
Rápidamente se llama a elecciones, donde Juan José Arévalo Bermejo es electo presidente con el 86% de los votos. Las medidas de su gobierno se destacaron por ampliar los derechos políticos y civiles de lxs ciudadanxs como declarar la libertad de prensa, la libre creación de sindicatos y organizaciones, se ganó el sufragio femenino y de analfabetxs, entre otras. A pesar de los avances, el gobierno aún estaba en deuda con el campesinado indígena, el cual aun no podía acceder a tierras propias.
Esta deuda comenzó a ser saldada con un nuevo gobierno democrático, el de Jacobo Arbenz Guzmán. Su programa nacionalista de gobierno, enfocado en la industrialización y la infraestructura, rápidamente recibe un amplio apoyo popular. Particularmente porque se lleva adelante la reforma agraria más progresista de Latinoamérica. Se nacionalizaron 280.000 hectáreas y se concedieron créditos para fomentar la producción. A la empresa United Fruit Company le fueron expropiadas el 65% de sus tierras, las cuales estaban en estado ocioso.
En un país que al momento tenía 3 millones de habitantes, se calcula que medio millón de personas se beneficiaron con esta reforma, la mayoría de ellxs indígenas y campesinos. A este proceso de redistribución, se fomentó la creación de Comités Agrarios, los cuales permitían la organización a nivel local de las fincas.
Mientras tanto, las campañas anticomunistas empezaban a manifestarse en el país. Estas estaban lideradas por la Iglesia, un sector de las FFAA, la oposición a Arbenz y otros sujetos. Todas estas maniobras contenidas bajo el ala de Estados Unidos y, particularmente los intereses de la UFCO. Desde la CIA se seguía muy de cerca la coyuntura guatemalteca para evitar un posible foco comunista en el continente. El desenlace era inminente, en 1954 se da un golpe de estado contra Jacobo Arbenz que echa para atrás los mayores logros de la revolución e instala una junta militar que inicia la persecución a dirigentes políticos, intelectuales y sospechosxs comunistas. Este es el inicio de un largo periodo de gobiernos de facto contrarrevolucionarios en Guatemala.
Hay que tener en cuenta que todo esta situación se daba en el contexto de la guerra fría. Los gobiernos de facto apoyados por EEUU, servían de base militar contra cualquier foco comunista mientras que el grupo armado MR-13 junto a grupos de izquierda resistía.
Ya en la década de los 60s, se continúa con el argumento de derrotar a los “terroristas”. En este contexto crecen los grupos armados de resistencia como el EGP y la ORPA. A su vez, proliferaron grupos paramilitares como el Ejército Secreto Anticomunista y el Consejo Anticomunista de Guatemala y el Comité de Represión Antiguerrillera. La Guerra Civil era inminente.
Era moneda corriente que los grupos paramilitares y las FFAA, siguiendo la conocida lógica de erradicar la subversión, fueran contra la población civil y sus tierras, particularmente contra los pueblos originarios y el campesinado. El presidente de facto Efraín Ríos Montt en 1982 en una entrevista se dirige a la población indígena dice: “Si están con nosotros, los vamos a alimentar; si no lo están, los vamos a matar”.
Si bien en 1986 se retorna a la democracia y se sanciona una nueva constitución, la inestabilidad y lucha armada continuará hasta 1996, dejando un saldo de 250.000 muertes, desplazamiento de refugiados, y consecuencias como altos niveles de desigualdad y pobreza que siguen afectando a Guatemala hoy en día.
La etapa más dura de las dictaduras se dio en sus últimos años, entre 1981 y 1983, se le conoce como el Genocidio Maya o Genocidio Guatemalteco. La lucha de los movimientos indígenas logró que la comunidad internacional prestara atención a los acontecimientos, se le tipificara como genocidio y se iniciara un proceso judicial a los implicados. Nuestra protagonista de hoy, Rigoberta Menchú, quién lideró esta lucha.
¿En qué momento de la historia guatemalteca ubicamos a Rigoberta Menchú? Ella no conoció los beneficios de la reforma agraria de Jacobo Arbenz, ya que nació en medio de la selva guatemalteca en una aldea llamada Chimel, en 1959 cuando Guatemala ya se encontraba bajo una Junta Militar y vivirá su juventud durante unas de las décadas más oscuras de su país.
Su familia es parte del grupo Quiché maya. Rigoberta recuerda las palabras de su familia “el trabajo dignifica la vida”, se dedicó desde niña junto a su familia a cortar cáñamo. También fue siempre muy cercana a la religión, de adolescente ingresó a un convento. En una entrevista para France24, Rigoberta cuenta:
Nací en un lugar donde no había escuelas, desde muy pequeña me tocó trabajar para ayudar en mi hogar, como le toca a muchas niñas de Guatemala.
Su mamá era partera, ayudó a muchas mujeres a dar a luz. Rigoberta recuerda que su madre acompañaba a las mujeres desde los 3 meses de embarazo. En una entrevista para Página 12 menciona:
Mi mamá usaba mucho las plantas medicinales, la medicina ancestral, el trato a las mujeres en un espacio sagrado que tenemos que se llama temazcal.
Por otro lado, su papá Víctor fue su ejemplo de lucha “el acceso a la tierra es nuestro derecho” decía. Fue uno de los referentes del Comité de Unidad Campesina (CUC) y buscaban que el gobierno cediera tierras a ciudadanos de su pueblo. Debido a su militancia, su padre es detenido y torturado en varias ocasiones. Finalmente, en 1980 es capturado y quemado vivo en la Embajada española en Guatemala. A esta tragedia se suma que, presenció la tortura y asesinato de su hermano, por terratenientes que querían usurpar las tierras indígenas. Había mucho temor al Estado, los soldados y policías eran percibidos como enemigos y no se podía confiar en la protección de ninguna institución.
En medio del caos, Rigoberta vuelve a su pueblo para sacar a su madre de allí. Sin embargo ella se negó a irse. Poco tiempo después, su madre será una víctima más de los crímenes de las dictaduras. Frente a las persecuciones, ella comenzó una vida clandestina en Guatemala. Hasta que gracias a sus compañeras monjas, pudo exiliarse a Chiapas, México.
Una noche tuvo un sueño donde su padre le decía “¿qué te pasa? ¿por qué estás tan silenciosa? ¡Tienes que salirte a pelear!” Es allí donde comenzó su militancia. En primer lugar, se enfocó en la asistencia a refugiados y, a sus 25 años, inicia una campaña internacional de denuncia del régimen por crímenes de lesa humanidad, particularmente resalta la situación de las mujeres indígenas en esta situación.
Para 1982, Rigoberta llegó por primera vez a la ONU gracias al Consejo Internacional de los Tratados Indios. Y en Ginebra año tras año, va a dar a conocer la situación de Guatemala a la comunidad internacional. Esto fue clave para visibilizar los crímenes de lesa humanidad y recibir el repudio internacional. Además será fundamental para la caída del régimen y así poder iniciar el retorno a la democracia. En 1988 regresó a Guatemala, pero fue inmediatamente detenida. Gracias a este suceso, conoció a Linet Montenegro que a través de la organización “Grupo Mutuo” y organizaciones universitarias consiguieron su liberación.
En 1992, a exactamente 500 años del inicio del atropello a los pueblos originarios del Abya Yala, fue galardonada por el Instituto Nobel con el Premio Nobel de la Paz, donde recordó en su discurso:
Los pueblos indígenas no somos mitos del pasado, somos gente viva y con muchos sueños del futuro.
Sobre su conmemoración en Oslo, ella cuenta que tuvo dos reacciones:
Por un lado quería ver a mi mamá y a mi papá. y por otro lado, era un mensaje muy grande para el siglo que vivimos.
Hoy en día Rigoberta sigue activa en su activismo. En el 2007, se lanza como candidata a presidenta liderando el primer partido político maya campesino, el Frente Amplio. Sin embargo, no llega a triunfar. También presentó formalmente las denuncias de tortura detención ilegal, terrorismo de Estado y genocidio del dictador Efrín Ríos Mont, entre otros, el cual, en 2013, tendrá una condena de 80 años a prisión.
Rigoberta Menchú sigue luchando por su pueblo, es una ciudadana del mundo y es un símbolo vivo de la dignidad del pueblo guatemalteco. En el 2019, en la entrevista a France24 dice:
Mis convicciones por defender la dignidad humana no son una utopía, es algo que quiero ver en los jóvenes, en los niños en los ancianos y eso es lo que quiero ver en los pueblos.