Publicado el 25/05/2020
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En este artículo tenemos la oportunidad de analizar cómo se expresaba la sexualidad femenina en momentos de revolucionarios.
Hoy se conmemora el gran acontecimiento revolucionario que puso fin a 300 años de dominación española. Unos años antes, en 1808, la expansión napoleónica había llegado a la península ibérica (España) y, el rey Fernando VII fue encarcelado y depuesto. Esta era una coyuntura favorable para quienes abogaban por una independencia en el Virreinato del Río de la Plata. Los criollos de Buenos Aires se vieron en un momento crucial: ¿Quién gobierna al pueblo? Tras largos debates en el Cabildo, decidieron el 25 de Mayo de 1810 conformar la Primera Junta de Gobierno. Al fin, se había logrado cortar los lazos coloniales con la metrópoli española.
En esos momentos de revolución, nos preguntamos ¿Cómo se expresaba la sexualidad dentro de la sociedad colonial? O mejor desde cero ¿Qué es la sexualidad? Desde la ESI (Educación Sexual Integral) se entiende al concepto más allá de las nociones de “genitalidad” y de “relación sexual”, y nos propone la siguiente definición:
La ESI entiende la sexualidad como una dimensión en la vida de las personas que se desarrolla desde el nacimiento y que no se refiere solo a la genitalidad, sino que vincula varios aspectos, como los sentimientos y la afectividad, la identidad, las formas de relacionarnos con otros y de experimentar el placer, el ejercicio (…)
Cahn, 2020
Desde el concepto de sexualidad, vamos a conocer dónde estaban las mujeres, cuáles eran sus roles, responsabilidades, modos de relación y sus sentimientos, es decir, cómo se expresaba la sexualidad femenina en estos momentos revolucionarios. Vamos a ubicarnos en el seno de las élites en la sociedad colonial tardía. Tengamos en cuenta, que era un tipo de sociedad en la que primaban las jerarquías socio-étnicas y de género. Sin embargo, al encontrarnos en momentos de cambios, la vida cotidiana era dinámica y conflictiva.
Las mujeres de la élite se encontraban dentro de sus hogares, en el ámbito doméstico. La decisiones dentro de la familia eran determinadas por el padre, estamos frente a una organización familiar que era rígidamente patriarcal. La administración de los bienes, las relaciones políticas, las concertación de los matrimonios de sus hijas, eran decididos por el padre. Esto último en contados casos fue puesto en cuestión.
En aquellos tiempos, era muy comunes los matrimonios concertados o por conveniencia. A los padres les gustaba casar a sus hijas con un español recién llegado al virreinato para poder incorporarlo a sus negocios y al hogar familiar. No importaba la educación ni la diferencia de edad. Ni menos lo que sentían sus hijas. Lo que sí era importante era lograr un buen matrimonio para mantener o incrementar el patrimonio familiar. Por lo general, el padre arreglaba todo a su criterio y, una vez decidido, se lo comunicaba a su mujer y a la futura novia pocos días antes de la boda. La sumisión debía ser absoluta. Mariquita Sánchez nos cuenta:
Las pobres hijas no se habrían atrevido a hacer la menor observación, era preciso obedecer. Los padres creían que ellos sabían mejor lo que convenía a sus hijas y era perder tiempo hacerles variar de opinión (…) Los pocos casamientos que se hacían por inclinación se concretaban a disgusto de los padres. En cuanto a las hijas que no se atrevían a contrariarlos, pero tampoco aceptaban al marido propuesto, pues les inspiraba aversión más bien que amor, optaban por hacerse monjas
Sáenz Quesada, María (1995)
Sí como mujer te negabas al casamiento, tu próximo destino iba a ser el convento. Por tanto, no tenían otra opción que ser esposas o monjas. Ya que la soltería estaba muy mal vista.
¿Y dónde estaba el amor? Los sentimientos y emociones de las hijas eran olvidados y minimizados frente a los intereses económicos del patriarca. Con más razón, el amor debía ser controlado, disciplinado y sometido. Mariquita Sánchez dice al respecto:
¿Amor? palabra escandalosa en una joven, el amor se perseguía, el amor era mirado como una depravación (…) Hablar del corazón a esas gentes era farsa del diablo, el casamiento era un sacramento y cosas mundanas no tenían que ver en esto.
Con tal de encontrarse con la persona que amaban buscaban la manera de transgredir lo establecido. Lxs jóvenxs de familias de clase alta habían inventado variadas estrategias. Sirvientes comprados, amantes escondidos entre los cortinados de la cama, visitas nocturnas, promesas de matrimonio incumplidas porque la novia no era virgen. Pero hubo mujeres que sí se rebelaron y desobedecieron abiertamente las normas patriarcales, como el caso de Mariquita Sánchez.
Con apenas catorces años, se opuso con tenacidad a las decisión de sus padres. El candidato elegido era un comerciante rico, emparentado por el lado materno, ideal para incrementar el patrimonio familiar. Pero su deseo era casarse con su primo segundo, Martin Thompson. Realmente estaban muy enamoradxs. Aunque en aquella época, los sentimientos no tenían validez.
Mariquita y Martín no buscaron atajos ni decidieron ocultarse para expresar su amor. Utilizaron una herramienta novedosa: el juicio de disenso. Esta herramienta tenían a su disponibilidad lxs jóvenes para rebelarse a las elecciones matrimoniales de sus padres. Se trata de un juicio, en donde el juez evalúa los argumentos de lxs menores que no quieren realizar el acto de matrimonio.
Finalmente, lxs dos enamoradxs lograron ganar el juicio frente a la negativa constante de la madre, ya que el padre había fallecido un tiempo antes. Este hecho significa, una conquista en la defensa de lxs deseos de lxs jóvenes, que resultaban estar oprimidos por las normas patriarcales venidas del medioevo. Esto sostiene la historiadora Sáenz Quesada:
La firmeza de Mariquita al sostener contra viento y marea sus derechos, de los catorce años, da cuenta de una decisión que era fruto de su notable fortaleza, el punto de partida de una nueva sensibilidad social ante el > matrimonio: la revalorización del amor de la pareja por encima de los intereses del grupo de familia.”
Los gloriosos días de Mayo arrojaron las cadenas coloniales por la ventana. Se escucharon los gritos de libertad en el Cabildo. Pero en el ámbito doméstico, o mejor dicho, dentro de cada hogar no se declaró ninguna independencia al yugo patriarcal, las normas traídas del medioevo continuaban. Las mujeres seguían siendo un territorio colonial para el hombre. Ellos decidían sobre la administración del patrimonio familiar, sobre las cuestiones públicas y sobre los sentimientos de sus hijas.
En fin, la sexualidad femenina se encontraba sumida a las elecciones del patriarca. Los matrimonios eran arreglados para favorecer el patrimonio familiar pero no para cumplir con los deseos de las hijas. Hubo contados casos, como la rebeldía de Mariquita Sánchez, pero otras solamente tuvieron como opción el matrimonio o el convento. Y entonces, para continuar pensando desde esta perspectiva feminista…
¿Hubo una revolución dentro de los hogares?
¿Hubo revolución en la sexualidad femenina?