El Problema del Orgasmo Femenino

Publicado el 31/05/2020

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¿Cuál es la función del orgasmo femenino? A lo largo de nuestra historia, se ha intentado (o no) contestar esta pregunta. En este artículo veremos algunas posibles respuestas.

La masturbación femenina

La historia de la sexualidad humana está sesgada por connotaciones específicas relativas a la época. En 1859, Charles Darwin publicaba su famoso “El origen de las especies”, donde proponía la existencia de la selección sexual en diversas especies (especialmente la humana). Básicamente, la selección sexual es el proceso que permite heredar cierto rasgo o característica que mejora la tasa de supervivencia (el éxito reproductivo) de la progenie. Esta selección sexual es el resultado de la competencia entre miembros del mismo sexo, cuyo ganador tiene acceso a los miembros del sexo opuesto. Este sexo opuesto, a su vez, es quien elige a su pareja. Este sexo que elige es, normalmente, la hembra. Pero, este concepto no era bien aceptado entre la comunidad científica del siglo XIX y gran parte del siglo XX. La mujer no podía ser quien eligiera (consciente o inconscientemente) cuáles genes heredaría la descendencia. Es decir, la mujer no podía elegir su parejasexual.

Por si los prejuicios de la época no fueran pocos, los científicos y grandes pensadores del siglo XIX y albores del XX, no aceptaban que la mujer sintiera placer alguno durante el acto sexual. La creencia de que una mujer era incapaz de sentir placer durante el coito, asociado con la prudencia, la modestia y los buenos modales como ama de casa que debía perpetrar el estándar femenino de la época dificultaron el conocimiento de algo tan básico como la sexualidad femenina. El sexo tenía como fin la reproducción y el placer era un disfrute exclusivo del sexo masculino. Si bien existen reportes de la época de mujeres que experimentaban un orgasmo, la probabilidad de ocurrencia era muy baja y los científicos manifestaban que, al ser un rasgo tan variable, no debía de tener ninguna característica adaptativa, no debía existir o, si así era, constituía un subproducto evolutivo con origen en el orgasmo masculino, un simple azar de la evolución o que el cuerpo de la mujer no estaba diseñado para tener orgasmos tan frecuentes como el cuerpo del hombre. Cuestionar la existencia del orgasmo femenino, claramente muestra la sumisión perpetrada hacia las mujeres por la sociedad machista de la época. Sumisión que hasta el día de hoy se sufre.

Entre los años ’70 y ’80 surgió la reivindicación esperada de la mano de ciencias tales como la psicología, la antropología y la biología evolutiva. Estas corrientes de cambio se alejaban de visiones tradicionales sobre el cuerpo y la mente humana para explorar un conocimiento más profundo, anclándose en diversos conocimientos, no solo los “naturales” de la especie, sino con conceptos socioculturales e históricos. Y acá es donde empieza lo divertido.

El orgasmo femenino, como el masculino, no es sólo un fenómeno físico, sino que también es un complejo proceso neuroendocrino, entonces ¿cómo puede ser sólo un azar de la evolución? ¿O un subproducto del orgasmo masculino? Un proceso tan complejo como éste índica una importante funcionalidad biológica. Las primeras hipótesis sobre la funcionalidad del orgasmo femenino fueron adaptacionistas[1]:

  • Hipótesis del vínculo: Como el orgasmo femenino promueve el deseo de la mujer de sostener las relaciones sexuales, ya que se obtienen sensaciones placenteras, ayudaría a crear un vínculo afectivo entre los miembros de la pareja. Elaborada por Morris (1967) y Eibl-Eibesfeldt (1989).

  • Hipótesis del beneficio: El orgasmo motiva a las mujeres a mantener relaciones sexuales con diversos machos, de lo cual obtendrían beneficios económicos y materiales y prevendrían el posible infanticidio de la descendencia. Elaborada por Hrdy (1981).

  • Hipótesis del emparejamiento selectivo: El orgasmo actúa como un indicador que permite establecer emparejamientos selectivos en las mujeres, seleccionando a los hombres que inviertan una mayor cantidad de tiempo y recursos en ellas. Elaborada por Alexander (1979) y Alcock (1987).

  • Hipótesis de la retención: Esta hipótesis es la que mayor apoyo científico tiene. Sostiene que el orgasmo femenino es un mecanismo que retiene el esperma en el interior del tracto sexual femenino. Esto implica que, si la mujer tiene un orgasmo, la probabilidad de concepción es mayor. Fue elaborada y profundizada por múltiples autores a lo largo de los años (Morris, 1967; Singer 1973; Levin 1981, entre otros).

  • Hipótesis de la guerra espermática: Anclándose en la hipótesis anterior y con el puntapié inicial de Smith (1984), Baker y Bellis en 1995 plantearon que el orgasmo femenino es una estrategia por la cual las mujeres controlan la retención del esperma inseminado. Entonces, no sólo influyen sobre la probabilidad de concepción, en condiciones de monogamia, sino en el resultado de la competencia espermática en situaciones de poliandria.

Pero en esta historia no alcanza con estas ideas adaptacionistas. ¿Por qué? Porque el orgasmo femenino es todavía más interesante y más incomprendido. El orgasmo masculino se alcanza con la penetración en alguna cavidad de su pareja sexual y se sabe que los movimientos de contracciones y dilataciones musculares permiten la inyección del esperma en la vagina de la mujer para que se produzca la fertilización del ovulo, con fines reproductivos. Pero, para que la mujer alcance el orgasmo se debe estimular el clítoris (mal llamado “pene femenino” por inconformistas machistas que necesitan realzar los atributos de su sexo). Si bien el orgasmo vaginal existe, su probabilidad de ocurrencia es baja (de 1.055 mujeres entrevistadas, el 18,4% manifestaron haberlo experimentado). Esto implica que la penetración no es suficiente para alcanzar el orgasmo. Y este resultado se refleja en números y estadísticas.

En nuestra sociedad existe una «brecha orgásmica» presente en la práctica del sexo entre hombres y mujeres. Estudios realizados entre 2017 y 2019, muestran que los hombres experimentan un orgasmo en más del 82% de los encuentros sexuales, mientras que las mujeres lo hacen en menos del 65% de los encuentros. Es más, en un estudio de 12.000 personas se encontró que el 31% de los hombres y el 10% de las mujeres habían alcanzado un orgasmo en encuentros de «una sola noche». En cambio, en el contexto de una pareja estable, el 85% de los hombres y el 68% de las mujeres, alcanzaban dicha recompensa. Para finalizar, una encuesta de 2.850 personas reveló que las lesbianas tienen mayor probabilidad de alcanzar un orgasmo que mujeres heterosexuales o bisexuales. Estas cifras demuestran que el orgasmo femenino depende del contexto de la relación sexual (si es una relación homosexual o heterosexual, si es casual o en una relación). Entonces, ¿por qué existe esta brecha orgásmica? Muchos investigadores argumentan que esta brecha tiene su origen en factores socioculturales: la sobrevalorización cultural de las relaciones sexuales, las relaciones sexuales basadas únicamente en la penetración, la creencia que la mujer no puede gozar dichas relaciones y la falta de educación sexual. O, simplemente, la ignorancia de una sociedad dormida.

Vulva

Para conocernos un poco, la Figura 1 ilustra la posición del clítoris respecto de la abertura vaginal y la Figura 2 muestra en detalle la estructura del clítoris. Si el clítoris estuviera dentro de la vagina, entonces el orgasmo femenino, como el masculino tendría una función en la reproducción sexual o sería una recompensa para ambas partes que estimularía la existencia de dichos encuentros sexuales. Pero la anatomía humana nos muestra lo contrario. Algunos investigadores han sugerido que la separación clítoris-vagina podría haber surgido para que el cuerpo se acomodase al bipedismo, o al canal de parto. Pero James Kennedy y Mihaela Pavlicev en 2018 elaboraron una tesis mucho más interesante. Estos dos investigadores postularon que esta separación clítoris-vagina y la compleja anatomía reproductiva femenina (como lo ilustran los Figuras 1 y 2 y la compleja estructura interna) se debe a la evolución de un complejo rasgo humano inter-individual: la empatía prosocial.

Clítoris

La empatía prosocial se relaciona con la capacidad de un individuo de reconocer y saber (hasta cierto punto) lo que la otra persona piensa o siente. El hombre necesita de sexo penetrativo para experimentar el orgasmo, pero la mujer no. Esta capacidad de empatía prosocial implica que la mujer elige tener relaciones con el hombre que tiene una motivación, disciplina y conocimiento social particular que conduce a la mujer al orgasmo. Es decir, el hombre que tiene un interés activo en saber qué estimulación necesita la mujer. Un hombre con la suficiente sensibilidad interpersonal para involucrarse activamente en el conocimiento de la sexualidad femenina. Esta selección sexual perpetrada por la mujer en la elección de la correcta pareja sexual llevaría a la dominancia de este rasgo de empatía prosocial en la especie humana.

Así, partiendo de hipótesis meramente funcionales, donde se busca la explicación biológica de un fenómeno anatómico, llegamos a una explicación social, donde se refleja a la mujer como ladrillo fundamental en la construcción social. El sexo no es únicamente la penetración y el “juego previo” es una vil mentira, es parte del sexo, ya que es fundamental para el orgasmo y el goce femenino. El sexo es todo en conjunto, el placer de ambas partes y no de uno solo. Dejemos de pensar al sexo desde una visión androcéntrica. Nuestro placer es tan importante como el de él. Es tiempo de que dejemos de ver a la sexualidad femenina como un tabú, de reflejar aquella sumisión a la que se nos sometió y se nos somete. Empecemos a descubrir que nos gusta y que no, a comunicar a nuestra pareja lo que nos satisface y a disfrutar de la sexualidad de una manera consciente. En palabras de Lynn Margulis, “somos efímeros, pero el sexo permanece”.

Fuentes bibliográficas

  • Alcock, John. (1987). Ardent adaptationism. Natural History.
  • Alexander, Richard D. (1979). Sexuality and sociability in humans and other primates, en A. Katchadourian (ed.). Human sexuality: a comparative and developmental perspective. Berkeley, University of California Press.
  • Baker, R. Robin y Bellis, Mark A. (1995). Human sperm competition: copulation, masturbation and infidelity. London, Chapman & Hall.
  • Caldiz, Laura (2014). Evolución y Sexualidad Humana.
  • Eibl-Eibesfeldt, Irenaus. (1989). Human ethology. New York, Aldine de Gruyter.
  • Herbenick, Debby, Tsung-Chieh, (Jane) Fu, Arter, Jennifer, Sanders, Stephanie A. y Doge, Brian. (2018). Women’s Experiences With Genital Touching, Sexual Pleasure, and Orgasm: Results From a U.S. Probability Sample of Woman Ages 18 to 94. Journal of Sex & Marital Therapy.
  • Hrdy, Sarah B. (1981). The woman that never evolved. Cambridge, Harvard University Press.
  • Kennedy, James y Pavlicev, Mihaela. (2017). Female orgasm and the emergence of prosocial empathy: An evo-devo perspective. Journal of Experimental Zoology Part B: Molecular and Developmental Evolution.
  • Levin, Roy J. (1981). The female orgasm: a current appraisa. Journal of Psychonomic Research. Mahar, Elizabeth A., Mintz, Laurie B. y Akers, Brianna M. (2020) Orgasm Equality: Scientific Findings and Societal Implications. Current Sexual Health Reports.
  • Morris, Desmond. (1967). The naked ape. New York, McGraw-Hill.
  • Pavlicev, M., Zupan, A. M., Barry, A., Walters, S., Milano, K. M., Liman, H. J. and Wagner, G. P. 2019. An experimental test of the ovulatory homolog model of female orgasm. PNAS. 116: 20267-20273.
  • Salazar, Federico y Salvador, Gemma Pons (2000) El orgasmo femenino ¿adaptación o subproducto de la evolución? Gazeta de Antropología.
  • Singer, I. (1973). Fertility and the female orgasm. En: I. Singer (ed.). The goals of human sexuality. London, Wildwood House.
  • Smith, Robert L. (1984). Human sperm competition. En: R. L. Smith (ed.). Sperm competition and the evolution of animal mating systems. London, Academic Press.

[1]: Los nombres de las hipótesis son de elaboración propia.


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